Seishun Buta Yarou wa Yumemiru Shoujo no yume wo minai - CapÃtulo Final, parte 3
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3
El desvÃo de Sakuta le llevó al hospital donde estaba la pequeña Shouko.
La habitación 301.
Una habitación tranquila. Los únicos sonidos venÃan del exterior.
Shouko estaba en la UCI, pero sus cosas seguÃan aquÃ.
Señales de vida, pero sin el calor habitual al que se habÃa acostumbrado. Su presencia se sentÃa más en el pasado cada vez que la visitaba. ¿Era un truco de la mente?
“……”
Tomó asiento en el taburete. Cuando ella aún estaba aquÃ, él se sentaba allà todos los dÃas, observando su sincera sonrisa. Pensó que podrÃa seguir viéndola. En el fondo, estaba convencido de que ella estarÃa bien.
La razón era obvia. Simplemente, nunca habÃa muerto nadie cercano a él. El dolor que habÃa sentido con la situación de Kaede deberÃa haberle enseñado lo que era perder a alguien, pero no habÃa pensado en Shouko de esa manera.
No habÃa querido hacerlo.
Y quizás el factor decisivo fue que Shouko habÃa ocultado sus propios miedos hasta que estuvo realmente mal. Ella le habÃa permitido evitar la verdad.
A su edad, ir tan lejos… quizá por eso Sakuta habÃa podido visitarla todos los dÃas. Porque ella se lo hacÃa más fácil.
La Shouko mayor habÃa hablado como si esto fuera un logro de Sakuta, pero él no creÃa que eso fuera cierto en absoluto. Todo empezó con el valor de la pequeña Shouko. Sakuta se limitó a seguirla.
“……”
Se puso lentamente en pie.
“Volveré”,
Dijo, dirigiéndose a la cama vacÃa.
Y luego salió de la habitación.
Tomó el ascensor hasta el primer piso.
Al pasar por la tienda, le rugió el estómago.
Tomando esto como una señal, se detuvo a comprar un rollo de yakisoba y se sentó en un sofá de una sala de reuniones desocupada.
Quitó el envoltorio y dio un mordisco. Un rollo esponjoso repleto de yakisoba. El doble de almidón, quizá una elección estética cuestionable, pero al menos sabÃa bien.
Esta podrÃa ser su última comida. Ese pensamiento le hizo comer más despacio, tratando de saborear el sabor. Pero estaba acostumbrado a engullir comidas como ésta, y le resultaba difÃcil mantener el ritmo. Acabó inhalando como siempre.
Cuando se metió el último bocado en la boca, una bata blanca pasó por la puerta, se dio la vuelta y volvió a entrar.
“¡Pensé que eras tú! El hermano de Kaede, ¿verdad?” Era la enfermera que habÃa atendido a Kaede.
“¿Me buscabas a mÃ?” Preguntó confundido.
La sonrisa de la enfermera se desvaneció.
“La madre de Shouko dijo que querÃa que la vieras”. Explicó.
“……”
“Ella sabe que has estado visitando su habitación vacÃa”.
“Oh.”
“Ya que su familia lo ha aprobado, podemos dejarte entrar. ¿Te parece?”
“¿Makinohara-san quiere verme?”
Pensó que la pequeña Shouko probablemente preferirÃa que no la viera en la UCI.
“Está dormida, asà que no tienes que preocuparte por eso”.
Eso significaba que probablemente tenÃa razón.
“¿Y bien?”
Volvió a preguntar.
Pero Sakuta ya se habÃa decidido. Lo hizo en el momento en que ella lo sugirió.
“La veré”.
Sintió que debÃa saberlo. SentÃa que era su responsabilidad ser testigo de lo que ella estaba pasando.
“Entonces ven por aquÔ.
Condujo a Sakuta hasta el final de un largo pasillo del hospital. A través de dos puertas automáticas blancas y clÃnicas habÃa una habitación sencilla. En las puertas ponÃa SALA DE PREPARACIÓN, y se le pidió que dejara todo, excepto los objetos de valor, en una taquilla. Se quitó el abrigo y la chaqueta del uniforme y le dieron una especie de delantal. También era obligatorio llevar una mascarilla y un gorro que cubriera su cabello.
Luego se lavó bien las manos. Después le aplicaron un desinfectante y la enfermera lo revisó cuidadosamente, y finalmente le permitieron poner un pie en la UCI.
Incluso entonces, la norma era que sólo su familia podÃa entrar en la habitación. Lo máximo que pudo hacer fue mirar a través del cristal.
“Shouko está aquÔ.
Al principio, Sakuta no estaba seguro de dónde estaba. Todo lo que podÃa ver a través del cristal era una pila de máquinas médicas.
Necesitó varios segundos de búsqueda antes de encontrar a Shouko. Su cama estaba rodeada de aparatos médicos, pero sin duda era la pequeña Shouko la que estaba tumbada ahÃ.
“……”
Tragó saliva.
Una sacudida de dolor le atravesó el pecho.
Pudo escuchar una especie de bomba funcionando. Un pitido marcando su pulso. Un silbido de aire que se escapaba. Se dio cuenta de que todas esas máquinas mantenÃan la vida de Shouko.
Le hizo querer mirar hacia otro lado. Si fuera una opción no ver esto, la tomarÃa con gusto. Pero Sakuta no apartó la mirada, no se lo permitió.
Shouko estaba haciendo todo lo posible por seguir viva en ese mismo momento, y él tenÃa que grabar eso en su retina.
“Ella es realmente…”, dijo al fin. “Makinohara-san sigue aguantando”.
Ella habÃa estado luchando todo este tiempo contra su condición, contra un mundo injusto, contra el propio destino. Ahora seguÃa luchando. Por su futuro, por las sonrisas de sus padres, por todos los que la apoyaron.
“Ella es realmente…”
Y por eso, cuando todo terminó, tuvo que decÃrselo.
“Lo has hecho bien”.
QuerÃa elogiarla.
Las palabras que ella merecÃa escuchar.
Estaba temblando. Su corazón temblaba. Y luchaba contra eso, apretando los dientes, apretando los puños, conteniendo las lágrimas.
No estaba seguro de por qué eran esas lágrimas. Pero estaba a punto de perder el control. Sakuta hizo todo lo posible para mantener la compostura. No podÃa ponerse a llorar delante de Shouko.
Los cinco minutos que se le permitÃa ver se acabaron enseguida.
“Sé que no es mucho tiempo, pero son las reglas”.
“Por supuesto”.
La enfermera le acompañó de nuevo fuera de la UCI.
Se volvió una vez en el último segundo, pero los ojos de Shouko no se abrieron.
En la sala de preparación, se quitó el delantal, tiró el sombrero y la máscara y recogió sus cosas de la taquilla. Dio las gracias a la enfermera y fue enviado de vuelta al hospital principal.
Sakuta no recordó realmente lo que hizo durante un rato después.
SentÃa que habÃa estado pensando en algo, pero no recordaba en qué.
Cuando se encendieron las luces del vestÃbulo del hospital, se despertó.
Estaba sentado en un banco junto a las máquinas expendedoras.
Miró hacia la ventana; estaba oscuro.
Sus ojos se volvieron, buscando la hora, y encontraron un gran reloj en un pilar.
Eran más de las cinco. Volvió a mirar, y no estaba tan oscuro fuera. Sólo parecÃa más oscuro debido a las nubes, pero todavÃa habÃa algo de luz en el cielo.
Aun asÃ, mientras estaba perdido en sus pensamientos, habÃan pasado más de tres horas.
No podÃa dudar más. Sakuta se levantó en silencio.
Sus pies le llevaron hasta los teléfonos públicos que habÃa junto a las máquinas expendedoras. Encontró algunas monedas en su cartera y levantó el auricular. Dejó caer unas cuantas monedas y alcanzó el teclado numérico.
Normalmente, tecleaba esos once dÃgitos con alegrÃa, pero hoy le temblaba el dedo y tuvo que ir botón a botón.
Cuando por fin terminó, se acercó el auricular a la oreja.
Contó los timbres. Un timbre, dos, tres, cuatro…
Al quinto timbre, la llamada fue atendida. Basándose en sus intentos de los dos últimos dÃas, Sakuta estaba seguro de que habÃa ido al contestador automático.
Un momento después, sonó el mensaje habitual. El estándar “Al oÃr el tono, deje un mensaje”.
“Soy yo. Sakuta”.
El pasillo del hospital era tan silencioso que su voz resonó ligeramente.
“……”
No se le ocurrió nada más que decir. DebÃa tener algo en mente cuando decidió llamar, pero no le salÃa nada.
Tal vez nunca tuvo nada que decir. Tal vez sólo habÃa querido escuchar su voz. Sakuta sintió que era algo que harÃa.
“Te quiero de verdad, Mai”, susurró, riéndose de sà mismo por ello.
Pero mientras lo decÃa, se oyó un clic en la lÃnea. Alguien contestando. Pronto supo quién era.
“¿Sakuta?” La voz de Mai.
“Mai-san”.
“……”
“……”
“Ayer…”
“¿Mm?”
“Tuve un sueño.”
“…¿Un sueño?”
Sakuta no sabÃa a dónde iba esto. Mai hablaba como si se dirigiera a alguien muy lejano, y él no lograba entender sus emociones.
“SÃ. Un sueño”.
“¿De qué tipo?”
“Los dos visitábamos un santuario para el Año Nuevo”.
“……”
“En el sueño, Ãbamos el último dÃa de las vacaciones de invierno, tratando de evitar las multitudes”.
“Qué atento”.
“Lo sé.”
“¿Qué deseabas?”
“Te jactaste en voz alta de que habÃas deseado mi felicidad”.
“Suena a mÃ.”
“SÃ, incluso en mis sueños, sigues siendo un mentiroso”. Se rió suavemente. “Pero…   Sakuta”.
“¿Mm?”
“Te quiero de todos modos”.
“……”
No pudo hablar. Se quedó allÃ, con el teléfono pegado a la oreja. Tan concentrado que podÃa escuchar cada respiración de ella.
“Asà que no voy a olvidarte, Sakuta”.
“……”
“Me voy a vivir contigo”.
“Mai-san, yo…”
No estaba seguro de lo que intentaba decir. Y antes de que pudiera decirlo, la llamada se cortó. No porque Mai hubiera perdido la señal, sino porque Sakuta no habÃa puesto suficientes monedas.
“……”
No tenÃa más monedas. Probablemente podrÃa cambiar un billete más grande si comprara una bebida, pero… no lo hizo.
Ya no tenÃa tiempo para hablar con ella. Cuanto más escuchara su voz, más se inclinarÃa la balanza hacia ella. Y eso se sentirÃa como si estuviera haciendo que fuera su culpa.
TenÃa que ser su propia elección.
TenÃa dos deseos, y querÃa que ambos se hicieran realidad más que nada.
QuerÃa que Shouko se salvara.
Y no querÃa que Mai llorara.
Si quedarse aquà pensando no le darÃa una respuesta, tenÃa que empezar a caminar.
PodÃa dirigirse hacia el lugar donde él y Mai habÃan acordado reunirse para una cita.
El acuario cerca de Enoshima.
Estaba seguro de que, a medida que se acercaba el momento, todo lo demás se desvanecerÃa y sólo quedarÃa su verdadero deseo.
TenÃa fe en ello. Esta elección era demasiado importante.
Asà que miró hacia adelante y comenzó a caminar.